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MAESTRO

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Dad gracias al Dios del cielo, porque es eterna su misericordia

sábado, 21 de abril de 2012

Resumiendo


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    Así ha iluminado Dios la historia humana, nuestra historia, dándole sentido eterno en Cristo Jesús, Señor Nuestro, el Verbo Eterno del Padre que penetró en el tiempo para ser LUZ de todo hombre que viene a este mundo, porque Dios quiere que todo hombre se salve, pues,........ tanto amó Dios al mundo que le dio a su Propio Hijo Unigénito para que el mundo se salve por Él. .......  y, a los que creyeron, les dio el Don inefable del Espíritu Santo que clama dentro de nosotros "Abbá Padre"

En Cristo, pues, quiso Dios recapitular todas las cosas
 del cielo y de la tierra.



¿Cómo comprenderlo? ¿Que sentido tiene la Iglesia?

 ¿Por qué los sacramentos, por qué la liturgia?

¿Qué sentido tiene el ser y el existir en este mundo?

            



                El Concilio Vaticano II, con esta hermosísima claridad y sencillez, lo expone a la consideración de toda la humanidad, para que conociendo a Cristo lo ame y amándolo lo conozca mejor... y quieran y puedan ser "alabanza de su Gloria"......por la gracia de Dios.

Dice así, para ti y para mi:

                                            Sacrosanctum Concilium 5-6

                Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, en distintas ocasiones y de muchas maneras habló antiguamente a nuestros padres los profetas, y, cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres, y curar a los contritos de corazón, como médico corporal y espiritual, como Mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su misma humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto, en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación, y se nos otorgó la plenitud del culto divino.


                Esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, cuyo preludio habían sido las maravillas divinas llevadas a cabo en el pueblo del antiguo Testamento, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión. 
Por este misterio, muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida. Pues el admirable sacramento de la Iglesia entera brotó del costado de Cristo dormido en la cruz.

                Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, él mismo, a su vez, envió a los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió para que, al predicar el Evangelio a toda criatura, anunciaran que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte y nos condujo al reino del Padre, sino también a que realizaran la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica.

                Así, por el bautismo, los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con él, son sepultados con él y resucitan con él, reciben el espíritu de adopción de Hijos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre), y se convierten así en los verdaderos adoradores, que busca el Padre.

                Del mismo modo, cuantas veces comen la cena del Señor proclaman su muerte hasta que vuelva. Por eso precisamente el mismo día de Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al mundo, los que aceptaron las palabras de Pedro se bautizaron

           
     Y eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones, alabando a Dios, y era bien vistos de todo el pueblo. 

                Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo lo que se refiere a él en toda la Escritura, celebrando la eucaristía, en la cual se hace de nuevo presente la victoria, y el triunfo de su muerte, y dando gracias, al mismo tiempo, a Dios, por su don inexpresable en Cristo Jesús, para alabanza de su gloria.

Por eso creemos que detrás de Cristo, fuera de Él, no hay nada.

            Por lo cual, humildemente nos acercamos a su Persona Santísima, siendo, no obstante, Él quien nos atrae y nos une, con Él, a Dios, Santísima Trinidad, Dios Único y Verdadero: Padre, Hijo y Espíritu Santo....en cuya comunión ansiamos estar por toda la eternidad.

La Iglesia responde así, en su corazón, repitiendo lo que Él nos aseguró:

R/. Yo soy la verdadera vid, vosotros los sarmientos; 
el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante. ¡Aleluya.!

V/. Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; 
permaneced en mi amor.

R/. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

                                         ¡Aleluya.!

                                                                                                                

Y nos brota del corazón unirnos al cielo entero para adorar a Cristo Señor Nuestro, como nos describe el Apocalipsis de San Juan:


-------------------------------. El Cordero se acercó, y el que estaba sentado en el trono le dio el libro con la mano derecha.
Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante él; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume -son las oraciones de los santos-. Y entonaron un cántico nuevo:

«Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra

En la visión escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente:

«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, 
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.»
Y oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, 
en el mar -todo lo que hay en ellos-, que decían:
«Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor,
 la gloria y el poder por los siglos de los siglos.»
Y los cuatro vivientes respondían:«Amén.»
Y los ancianos se postraron rindiendo homenaje.
                                                                                  
Por eso, con el cielo entero, clamamos:

R/. Eres digno, Señor, de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado 
y con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

V/. Porque has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.

R/. Y con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.
                                                                   
Por tanto sabemos, por la fe y el Espíritu Santo que Dios da a todos los que creen en Él que:--------2Co 5,14b-15


Nos apremia el amor de Cristo, el considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, 

sino para el que murió y resucitó por ellos.

                                                                         V/. Quédate con nosotros, Señor. Aleluya.
                                                                      R/. Porque atardece. Aleluya.

                                                       

                             ¡Alabado sea Jesucristo!






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