En el corazón del Padre
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El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
.(Sal.15)
4 Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
y (sal.15) Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha
y la promesa en el Sal 68.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella
Al morir, pasamos por la
muerte a la inmortalidad
.....a reinar por siempre. No es ciertamente una salida, sino un paso y traslado a la eternidad. Y el que ha de llegar a la morada de Cristo, a la gloria del reino celeste, no debe llorar sino más bien regocijarse de esta partida y traslado, conforme a la promesa del Señor (Jn 17,24) y a la fe en su cumplimiento (Filp 3,20-21).
Pues nosotros tenemos por patria el paraíso
(Filp 3,20; Heb 11,13-16; 13,13)
.
...y por padres a los patriarcas. Nos esperan allí muchas de nuestras personas queridas, seguras de su salvación pero preocupados por la nuestra.
¡Qué alegría tan grande para ellos y nosotros llegar a su presencia y abrazarlos!
Allí está el coro glorioso de los apóstoles, el grupo de los profetas gozosos, la innumerable multitud de los mártires coronados por la victoria, las vírgenes que triunfaron en el combate de la castidad, los que socorrieron a los pobres, transfiriendo su patrimonio terreno a los tesoros del cielo.
¡Corramos, hermanos amadísimos, con insaciable deseo tras éstos, para estar enseguida con ellos!
La resurrección «en el último día», al final de la historia y en presencia de todos los hombres,manifestará la «comunión de los santos».
El cristiano, que ya vive resucitado, vivirá plenamente su resurrección en la comunión del Reino, gozando con los hermanos que vivieron la misma fe en Cristo.
La muerte no ha tenido el poder de separarlos.
En el Cuerpo glorioso de Cristo, a quien le unió el bautismo, el cristiano encuentra a sus hermanos,
miembros con él del «Cristo total» (S. Agustín).
Cristo «es la resurrección y la vida» (Jn 11,25). Quien se une a Cristo, es conocido y amado por Dios y tiene, por tanto, «vida eterna» (Jn 3,15):
«Pues tanto amó Dios al mundo,
que dio a su Hijo único,
para que todo el que
crea en El no perezca,
sino que tenga vida eterna»
(Jn 3,16.36; 5,24).
Está dictada sentencia: toda rodilla se doblará ante Dios...y dirán, verdaderamente el Señor es Dios. Suyos son el poder y la Gloria.
Bienaventurados los pobres de
espíritu porque de ellos es
el Reino de los Cielos...
Sólo Dios puede medir el abismo de bienaventuranza
q
ue regala a sus fieles, porque sólo
Nosotros
sólo podemos intentar sugerirla en imágenes y comparaciones que proceden